FLOR DE NARCISO (O FLOR, LA NARCISA.)
— ¿Vienes o te quedas? — me preguntó Paul, cruzando los brazos sin entrar a la habitación. —
— Te dije que me quedaría. Tengo planes. —dije, apenas mirándole los ojos.
Nunca se me dio bien mentir. Paul lo sabía.
— Entonces no vas a cambiar, por lo que veo.— Dedujo Paul. Esta vez sin cuzar los brazo, pero coemnzaba a generar presion entre dientes.
No respondí.
Él se fue. O lo dejé ir...
Lo conocía. No hacía falta siquiera oírlo. Aún así, con o sin él, salir de casa era difícil. Salir de la cama. Todo lo que antes era escencial, que carecia de esfuerzo, ahora era abismal.
¿En quién demonios me estoy convirtiendo?
— Vamos, Flor. ¡Ve por él! —me sugeria aquella voz interna llamada ''razón'',— ¿Vivirás creando emociones negativas?
Caray, cuánto carácter, determinación y coordinación amerita una relación. Creo que me rindo, — pensé.—
Y así fue, me rendí. Por un momento.
Volvió Paul a despedirse, pero sin esperar respuestas con su mirada, brazos cruzados o sus dientes prensados. Estaba totalmente contraído. Algo decidido. ¿Qué habrá decidido? ¿Y ahora qué dirá? Me generaba ansiedad.
— Flor, te quiero pero necesitamos tiempo. Quiero que te descubras, que te levantes de la cama por ti. Que te aloques, que sonrías sin motivos; que tú seas el motivo y que eso, sí alguna vez quieres repetirlo, lo compartas conmigo. Apartando el ego, sin aislarte.
Si no quieres intentarlo, lo entenderé. Y si quieres intentarlo, te esperaré.
— ¿Soy egoísta? —pregunté.— No te estoy entendiendo. Si apenas lo que me otorga tranquilidad es abrazar la soledad.
— El problema no es la soledad, Flor. — Paul insistió,— Abrazar la soledad no es lo mismo que aíslarse. En uno te hablas desde el autoestima, en el otro desde el ego. Tú ya no compartes tus días de soledad. Para ti, es impensable.
Y es que, no me mal entiendas; no te pido que lo compartas conmigo, sino contigo. ¡Quiero que te quieras! —dijo, algo cabizbajo.—
Me sorprendio ver que eso estaba ocurriendo en la realidad, una tanginble. Tan tangible que te desmorona. O te impulsa.
Ahi estaba. De nuevo yo, estancada en mi charco de egocentrica soledad, alejando a quien quisiera ayudar. Hasta que por fin pude decir algo:
— Paul, también te quiero. — respondí,— Creo que debes seguir si mi. Porque será igual de egoísta pedirte que te quedes.
Y gracias por todo, pero no te hablaría con la verdad si me voy contigo y te prometo un cuento de fantasía. Ambos merecemos más. Y sin rencor, se que te irás. — confirmé, mientras mis brazos buscaban sus hombros.—
Ambos sonreíamos con el corazón roto, pero sabíamos que se repararía. Tarde o temprano.
Para mí, cuando aprenda a quererme.
Para él, cuando alguien le acompañe en su querer. Y no en plan de llenar vacíos, sino con un cálido:
''Hey, aqui estoy. Después de todo, todos dejamos mínimo una pieza del corazón antes de partir de esta vida. Y no está mal. ''
Comentarios
Publicar un comentario