CRISTAL (II)
CRISTAL (II)
El inhalar y exhalar me funcionó. Detuve las lágrimas pero la sensacion de estar rota aún permanecia y no se ausentaría aquel malestar hasta al menos transcurrir unos minutos. Para sanar podria costarte horas, dias, semanas, meses, años...
A todas estas, me juzgaba para comprender: ''¿Por qué lloras? Todos te observan. ¿Era necesario derramar lágrimas justo antes de partir? ¿Permitiendo a quienes te acompanaron imaginarte infeliz
— Probablemente debias llorar; drenar. Necesitabas avanzar. ¿Puede alguien avanzar (sinceramente) con cadenas emocionales? Lo dudo— Respondía mi consciencia.
Bastó aquella razón.
Ahora lograba inhalar y exhalar menos exaltada.
—Señorita, permitame su pasaporte.
Era joven y vestia traje verde, su mirada estaba fijada en mi rostro.
¿Que tal sonrojada podria estar mi cara por haber derramado lágrimas durante no más de cinco minutos?
—Buenas noches, aquí tiene.
¿Debo alzar las maletas para ser revisadas?
—Correcto. Sus zapatos tambien serán chequeados. Dijo, mientras cojía la única maleta y mochila que habia podido llevarme al viaje.
Estaba bien. No habia inconveniente con mi equipaje.
–¿Ya puedo calzarme los zapatos?
–Sí, aquí tiene su maleta.
–¿Dónde ubico la puerta 23, Madrid?
Tardó en ubicar la dirección que le solicitaba.
– A mi Izquierda, al subir. Hay asistencia si la necesita.
Agradecí a las tres personas que revisaron mi equipaje y guiaron por menos de dos minutos, para dirigirme a la puerta correspondida
–¡Chica!
"Listo", pensé.
"Algo está mal. Llorar en público es un delito, aún más grave que sonreir sin honestidad".
–Sí, digame.
Retrocedí lo que habia avanzado. Diez pasos, tal vez.
–Debe sellar el pasaporte antes de ir a la puerta 23.
"Que tonta", me reproché. "Solo te queria ayudar".
–Gracias, muy amables.
Sellaron mi pasaporte sin inconveniente alguno. Al llegar a la puerta correcta, busque un asiento y parecia imposible de hayar, pero ahi habia un asiento. Madre, hijo y mi asiento. Lo ocupé antes de que alguien más lo hiciera por mí.
Pregunté la hora. Faltaban dos horas para abordar el avión. Tiempo para aprovechar. Saque uno de los libros que me habian obsequiado antes de partir. Cambié de opinion, quise escribir.
«Echo de menos caminar a tu lado,
aún estando acompañado.
Tal vez me he engañado:
Idealice mi vida cuando no estaba destrozado.
Perdóname si te solté, se que para ti ya es pasado;
a mí el insomnio me lo ha recordado.
El inhalar y exhalar me funcionó. Detuve las lágrimas pero la sensacion de estar rota aún permanecia y no se ausentaría aquel malestar hasta al menos transcurrir unos minutos. Para sanar podria costarte horas, dias, semanas, meses, años...
A todas estas, me juzgaba para comprender: ''¿Por qué lloras? Todos te observan. ¿Era necesario derramar lágrimas justo antes de partir? ¿Permitiendo a quienes te acompanaron imaginarte infeliz
— Probablemente debias llorar; drenar. Necesitabas avanzar. ¿Puede alguien avanzar (sinceramente) con cadenas emocionales? Lo dudo— Respondía mi consciencia.
Bastó aquella razón.
Ahora lograba inhalar y exhalar menos exaltada.
—Señorita, permitame su pasaporte.
Era joven y vestia traje verde, su mirada estaba fijada en mi rostro.
¿Que tal sonrojada podria estar mi cara por haber derramado lágrimas durante no más de cinco minutos?
—Buenas noches, aquí tiene.
¿Debo alzar las maletas para ser revisadas?
—Correcto. Sus zapatos tambien serán chequeados. Dijo, mientras cojía la única maleta y mochila que habia podido llevarme al viaje.
Estaba bien. No habia inconveniente con mi equipaje.
–¿Ya puedo calzarme los zapatos?
–Sí, aquí tiene su maleta.
–¿Dónde ubico la puerta 23, Madrid?
Tardó en ubicar la dirección que le solicitaba.
– A mi Izquierda, al subir. Hay asistencia si la necesita.
Agradecí a las tres personas que revisaron mi equipaje y guiaron por menos de dos minutos, para dirigirme a la puerta correspondida
–¡Chica!
"Listo", pensé.
"Algo está mal. Llorar en público es un delito, aún más grave que sonreir sin honestidad".
–Sí, digame.
Retrocedí lo que habia avanzado. Diez pasos, tal vez.
–Debe sellar el pasaporte antes de ir a la puerta 23.
"Que tonta", me reproché. "Solo te queria ayudar".
–Gracias, muy amables.
Sellaron mi pasaporte sin inconveniente alguno. Al llegar a la puerta correcta, busque un asiento y parecia imposible de hayar, pero ahi habia un asiento. Madre, hijo y mi asiento. Lo ocupé antes de que alguien más lo hiciera por mí.
Pregunté la hora. Faltaban dos horas para abordar el avión. Tiempo para aprovechar. Saque uno de los libros que me habian obsequiado antes de partir. Cambié de opinion, quise escribir.
«Echo de menos caminar a tu lado,
aún estando acompañado.
Tal vez me he engañado:
Idealice mi vida cuando no estaba destrozado.
Perdóname si te solté, se que para ti ya es pasado;
a mí el insomnio me lo ha recordado.
Es un desgraciado,
pretendiendo marcar territorio sin antes ser domesticado»
«Gracias, escritura, por ser mi desahogo.
Heme aqui, mascando chicles y siendo observada. Soy un tomate, debo ir al baño a mirar mi rostro...»
Comenzaba a escribir.
Alcé la mirada y ví que habia una señal con dirección a sanitarios. Habian más de treinta personas en la sala 23, aún faltando dos horas y llegaban más pasajeros.
Llegué.
Miré mi rostro en el primer espejo. Fui Dorian Gray sin lienzo. Parecia mentira; no estaban mis ojos hinchados, pocas lágrimas habia soltado. Mi nariz y pómulos tampoco tenian el color que imaginaba.
Era mi mirada. Agotada.
Parecia haberme cruzado con una manada -Aún no descubro la especie-.
Ver el reflejo de mi alma me hizo saber cuánto habia dolido mudar de piel. Pronto recordé que los años en retrospectiva son los mejores, que si era Dorian Gray frente al espejo, mi final no seria el mismo que escribio Oscar Wilde.
pretendiendo marcar territorio sin antes ser domesticado»
«Gracias, escritura, por ser mi desahogo.
Heme aqui, mascando chicles y siendo observada. Soy un tomate, debo ir al baño a mirar mi rostro...»
Comenzaba a escribir.
Alcé la mirada y ví que habia una señal con dirección a sanitarios. Habian más de treinta personas en la sala 23, aún faltando dos horas y llegaban más pasajeros.
Llegué.
Miré mi rostro en el primer espejo. Fui Dorian Gray sin lienzo. Parecia mentira; no estaban mis ojos hinchados, pocas lágrimas habia soltado. Mi nariz y pómulos tampoco tenian el color que imaginaba.
Era mi mirada. Agotada.
Parecia haberme cruzado con una manada -Aún no descubro la especie-.
Ver el reflejo de mi alma me hizo saber cuánto habia dolido mudar de piel. Pronto recordé que los años en retrospectiva son los mejores, que si era Dorian Gray frente al espejo, mi final no seria el mismo que escribio Oscar Wilde.
Este, por el contrario, era mi início.
Comentarios
Publicar un comentario