Café, tostadas y huevos



Al son de Escape de Rupert Holmes, percibía la sensación de querer a alguien llegaba sin decir más que “hazlo” . Reconocía que era un arrebato de mi razonamiento. Sin embargo, comenzaba a recordar las veces que, en arrebato acabe con una sonrisa. 

Ninguna. 
Por bueno que fuesen los resultados, el miedo me vendaba los ojos. Estúpidas auto defensas  emocionales. Era como decir te amo cada segundo. Decirlo no es necesario si no lo demuestras. Protegerte del amor acaba por evitar que lo sientas también. 

En cuestión de minutos, lleve a cabo mi arrebato. Acababa de despertarme. Casi olvidaba desayunar. 

Seguía en la cama sola y con mi gigante camisa de seda. A mi frente había un espejo - a Dios gracias - . Mi rostro lucia agotado. 

''Nada que el agua fría, crema dental y un cepillo no puedan arreglar''. -Me dije
  
La planta de mi pie era acariciada por el fieltro de mis pantuflas, ''que bueno es poder tocar y sentir
 Baje de la cama, estire mis sábanas y las primeras medias interiores para llevar con un vestido. Cepillé mi cabello hacia atrás y lo dejé suelto. Bebí agua, lave mi cara y dientes y planeé comer afuera después de tener mi revista o periódico. Lo que se me apeteciera comprar. 

Cerré con llave mi apartamento y bajé el un único piso del mismo. A dos cuadras estaba la cantina de Marta. La salude al llegar y le dije: lo mismo de siempre. Jamás había pedido algo ahí. Sólo nos saludábamos y platicábamos. 

– Buenos días, ¿lo mismo de siempre? -dijo Marta extrañada. 

– Sí, lo mismo de siempre son los buenos días. -respondí para no quedar como tonta o distraída. 

– ¿El día de hoy tiene algo diferente? 

Nos miramos y sonreímos. Ella sólo agregó: 
– No te preguntare. Ya tus ojos hablan. 

Seguimos riendo y le pedí un periódico. Pagué, agradecí y caminé hacia el café. Buscaba en los anuncios personales. Tal vez haya un »escape« para mi. 

Después de solicitar mi café descafeinado y tostadas con huevos, comencé la cacería. Hoja por hoja. Durante todo el desayuno así. Sin respuestas que me gustaran. 

No desistiría, no quería apagar las ganas que hoy sentía. Seguiría buscando el periódico, desayunando café con tostadas y huevos hasta conseguir a alguien con quien compartir el desayuno. 

Algún día tendría algo diferente para contarle a Marta. Más que una sensación y que un arrebato me llevarían a leer el periódico hasta envejecer. 


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