Catorce/doce
Entre
rocas, catorce- doce
14 de
diciembre, 1999
Luego de que los reporteros le preguntaran si las
lluvias motivarían la suspensión el presidente Hugo Chávez repetía una cadena
de maldicion de Simón Bolívar, pronunciada el 26 de marzo de 1812 (en plena
lucha por la independencia), sobre las ruinas de un templo minutos después de un
fuerte terremoto en Caracas: "Si la naturaleza se opone, lucharemos contra
ella y haremos que nos obedezca". ¿Quién se creía, jugando con la física cuántica?
Vargas,
Venezuela.
Su primera sobrina. El mejor regalo para una pareja
joven. El hermano de Gabriela y su ex esposa sabía de pies a cabeza ambas
versiones de la relación.
Tal vez muy jóvenes para una responsabilidad
como aquella, comenzaba a dudar Gabriela. Durante la aprobación de una nueva constitución,
Gabriela ansiaba la tarde de aquel día. El resto imaginaba la votación al plebiscito,
la pareja jovial anhelaba firmar en la casa de Dios. ¿Ignorantes? ¿Soñadores? ¿Infantiles? "la alegría nadie me la arrebataría",
ni tres días de lluvia nos podían quitar la alegría".
Daniel interrumpió las ideas de Gabriela.
— Gabriela, voy a la tienda. Salgo a retirar la
cadena de bautizo y regreso, pero
¿quieres algo, amor? Preguntaba, aguardando pacientemente sin abrir la puerta
de su camioneta.
Gabriela tardó en decidir qué quería. Quiso una
barra de proteínas, no hacía falta especificar cuál, Daniel lo sabía.
—
Una barra
de proteínas, si te acercas al negocio de la Sra. Ruperta. Manzana verde, por
favor... ¿Qué quieres almorzar hoy, rey? ¿quieres que te prepare algo antes de
ir a la iglesia?
Gabriela
se aproximaba a Daniel, agudizando su tono de voz. En cuestión de segundos notó que su sus palabras
eran muy maternales; eran pareja, no madre e hijo. Al igual que él, ella sabía qué preferiría
almorzar: cualquier acompañante al arroz era un éxito, y más si Gabriela era
quien lo preparaba. Daniel no respondió.
El parabrisas removía el agua, pero era con
ayuda de papel periódico que los vidrios dejaban de empañarse. Había llovido
mucho la noche anterior. Daniel miraba el cielo nublado, su rostro matizaba preocupación.
– Puedo preparar una receta diferente. Hoy
es un día muy especial. ¿Te agrada la idea? — Apoyó su delicada mano sobre el hombro
de Daniel para recibir su atención— Querido, todo tiene solución: si llueve
existen paraguas y parabrisas, si estas triste o preocupado te doy un beso.
Con la espontaneidad que caracterizaba a
Gabriela, le otorgo a los labios de Daniel un cálido roce con los suyos. Un poco de calor para el frio que hacía. El
día comenzaba bien. Muy nublado para su gusto, pero ¡seria madrina de su
primera sobrina junto a quien había amado durante cuatro años!
Inició
a preparar el almuerzo. Gabriela era multifuncional, - Gabriela era así por decisión,
si es que a algún lector le cause conflicto la palabra multifuncional- mientras
el agua hervía, ella abría el closet para buscar un atuendo. Anteriormente lo había seleccionado y enviado a
la tintorería. El suyo y el de Daniel. Ambos tenían prendas de vestir que
usaban en las bodas, pero en esta ocasión habían adquirido nuevos trajes.
Daniel
llegaba justo para ayudar a Gabriela a servir la comida. Aunque servían no más
de dos vajillas les gustaba sentirse en
el humilde restaurant de casa. Ambos eran católicos. Oraron antes de trasladar
el primer bocado a su paladar.
—
Casi lo olvido: tu barra de proteína.
¿Qué has sabido del pronóstico? Sra. Ruperta mencionó que cerrarían los
negocios por hoy. “Estén atentos a las noticias” no se si lo recomendaba por
las elecciones o por las lluvias. De cierta forma me asustan ambas.
—
¿Qué te
asusta de ambas? ¿la redacción de la constitución? ¿el frio que haga al llover?
No pienses en catástrofe, porque tormenta atraes con el pensar.
—
Alguien se
me adelantó… Espero solo sea teorías.
—
¿De qué teorías hablas, de
quien hablas? ¿De Chávez?
—
Correcto. ¿Acaso cree que gana
las elecciones tentando a la naturaleza y al mismísimo Dios? Vaya problema
mental que padece… Por ofensivo que este siendo. — Dijo mediando suspiros. A todas estas, solo sabríamos si sucede o no la
catástrofe una vez que la estemos viviendo.
— Tienes razón. Terminemos de
comer, para alistarnos e ir a la iglesia. Recuerda llevar la prenda para la
beba.
Habiendo llegado a la iglesia, habían olvidado la conversación que habían entablado a la hora del almuerzo. Los asientos se habían
organizado, asimismo, los invitados. Posterior al bautizo, se reunirían en casa
de su hermano para celebrar. En casa también habían organizado.
Se había dado inicio al bautismo. Cuanta energía
rodeaba la Iglesia Punta de Mulatos. El corazón de todos parecía salirles del
cuerpo. La expresión no encajaba en ese instante; la cantidad de personas parecían
ser pocas para la cantidad de alegría que derrochaban. Nadie lloraba sino
dspues de oir estas palabras:
“Queridos hermanos:
Oremos a Dios todopoderoso
para que, por medio del agua
y del Espíritu Santo,
conceda
la vida nueva a estos niños[...]”
La calma había cesado. Por medio del agua.
Por medio del agua millones de cadáveres sin nombres.
Por
medio de palabras, la condena a todo un pueblo, una generación tras otra. Décadas
después, la naturaleza no olvida y el pueblo no perdona. Un corazón no olvida
como latir, al igual que no olvidamos los planes de vida que idealizamos al
lado de un ser amado. ¿De qué nos sirve pensar en lo que pudo ser y no
fue? Pero ¿Qué habría sucedido si Hugo
Rafael habría fallecido ese día? ¿Qué habría ocurrido si Daniel y Gabriela contraían
nupcias? ¿Qué tal si ambos bautizaban a quien tanto
soñaban bautizar? ¿y si Gabriela tenía su familia en Venezuela? Nos resignamos
a obtener las respuestas de lo que no funcionó, porque siquiera pudimos
iniciarlo.
Un catorce de diciembre te llore, tanto que me seque. Aun con tanta agua
a mi alrededor, no sostuve mi mar de lágrimas. Dondequiera que repose tu alma, deseo que
permanezcas en paz. Porque si existe un cielo y es el mismo que sueño (azul,
sin tormentas) , allá nos veremos y te abrazare durante horas.
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