Pompas de jabón


¡Abuelita, abuelita!
   
   Entrando en desesperación, sostuvo los pasamanos de sus antiguas escaleras, permitiéndole subir los escalones en pares. Recobrando el aliento, continuaba subiendo hasta llegar a donde su nieto Pablo se encontraba. Al llegar, inhaló y exhaló cansancio, cerró su puño y con la fuerza de sus nudillos la madera habló por ella: “toc-toc”

  ¡Pasa, abuelita! Tienes que ver lo que acabo de crear. — dice Pablo
  
   Andrea giró la perilla y buscó a Pablo con sus ojos. Vio que se bañaba. Parecía haber gastado toda “el agua de un pueblo y el jabón de una familia de seis miembros”.

   Pero, ¿Qué hiciste con el jabón, Pablo? — Pregunta Andrea, boquiabierta, sin olvidar que su nieto tenía solo ocho años y que buscaba divertirse.
   Te preparé una delicia, abuela. Con el jabón de mora hice una mermelada —dice, revelando sus obras maestras. Con el jabón de naranja un jugo y con la crema dental hice un pastel; como tú. 
   Delicioso, querido — dice, acercando las delicias toxicas a sus labios. ¿Y qué es eso?
   Esa es mi mejor creación, ¡por ahora! Cuando sea grande tendré una fábrica de jabones ¡de figuras, abuela! , aprovecharé el agua al máximo y me divertiré aun cuando tenga ochenta años. No quiero ser como la Sra. María… Es muy gruñona… ¿Crees que le falte jabón a su baño?

   Las ocurrencias de Pablo despertaron el sentido del humor en su abuela. Tanto que no la pudo ocultar.

   Querido, te dije que no debemos hablar de los vecinos a sus espaldas.
   Abuelita, si se lo digo se molesta y no quiero dejar de jugar con Tobías por las rabietas.
   Pablito, no se trata de decirlo o no, en realidad se trata de no darle tanta importancia a los defectos de las personas… Todos tenemos.
   Está bien, abuelita.
   Que obediente eres, Pablo. No es tan fácil obedecer o aprender lo que te digo, llevarlo a la práctica puede tomarle mucho tiempo hasta al más inteligente.
   ¿Cuánto tiempo, un día completo? A veces hago las tareas más rápido que mis compañeros de clase. No, es mucho más que un día. No sé cuánto tiempo tardes tú; todos venimos al mundo con relojes diferentes.
   ¿Y para qué querría yo un reloj, abuelita? —Preguntó Pablo a su abuela.
Creía estar entendiendo lo que su abuela argumentaba con experiencia de vida.
   Buena pregunta, Pablo. Me temo que ni tengo una respuesta útil. Cuando crezcas sabrás, querido. Estás muy joven, deja preguntas para tu adultez. Por ahora sigue jugando con tierra, jabón… Todo lo que te haga feliz.
   Pero yo quiero sabes qué a trabajar, si mis ideas va a funcionar, si Tobías ganará el torneo de fút o si Víctor le ganará cuando crezca.
   No llores, querido. Deja vida para vivir.
   ¡Pero no entiendo nada! ¿Para qué tengo que ser niño, luego adolescente, adulto, anciano y morir?, ¿Quién lo inventó?

   Parecía ser el comienzo de un berrinche. Su aguda voz se intensificaba, anunciando que lloraría. Su abuela, para evadirlo, le pidió que saliera de la tina.

   Pablo, debes salir o cogerás un resfriado… y no te gustan los guarapos. Te preparo una taza de avena con canela y continuamos cuando te vistas. En tu habitación tienes medias y pijama.
   Como usted ordene, abuela…

    El obediente Pablo, así lo hizo, se secó, vistió y al bajar las escaleras, recordó haber hecho un desastre en el baño. Continúo bajando las escaleras hasta que observó a su abuela lavando cubiertos. Por consideración con ella regresó al baño, tomó la ropa sucia y el paño con el que se había secado y la arrojo al cesto de ropa cual jugador de baloncesto. Abrió por segunda vez la llave del agua y despidió sus obras de arte por el drenaje. Al terminar de contemplar lo cristalina que era el agua, cerró la llave y apagó la luz del baño. Rápidamente volvió con su abuela y agradeció el contenido de su taza, pidiéndole que aguardara con el en la cocina, para culminar la conversación.

   ¿De qué hablamos?, ¿qué quieres saber?
   ¡Abuelita, hablamos de la vida y lo difícil que es explicarla! Quiero saber quién inventó que la vida se rige por etapas para hacerle saber mi desacuerdo con él o ella.

  Por segunda vez, Pablo era graciosamente inocente. Después de soltar un par de carcajadas, Andrea le pregunta a su nieto:

   A ver, ¿por qué en desacuerdo, Pablo?
   Porque la palabra etapas es aburrida. La vida merece más que etapas
   ¿Y qué palabra sugieres?
   No lo sé, pero me provoca tristeza oír esa palabra.
   ¿Tristeza por una palabra, Pablo? Para tener ocho años hablas como tu abuelo.
   ¡¿Lo nota, abuela?! No me gusta que me vean como niño o mi abuelo, usted como ancianos.
   Pero Pablo, eso somos. Yo no como dulces como tú ni tú tomas medicinas como yo.
   Quiero decir, a la hora de conversar; de vivir. ¿Quién dice que el joven no puede vivir como anciano o que el anciano no puede vivir como niño? Si fueran etapas la muerte llevaría consigo el aburrimiento y moriríamos como la Sra. María.
   ¡PABLO! —Dice, sorprendida por los argumentos de su nieto. ¡La Sra. María no está muerta! Además, es nuestra vecina y te puede oír.
   No hablo de que esté muerta en ese sentido… Igual Tobías me dice que su mamá es muy aburrida… Hablo de lo de adentro, está muerto.
   El espíritu… ahora entiendo. Me parece haber conseguido una metáfora de vida para ti, querido. Hoy me obsequiaste postres jabonosos, ahora te obsequio una metáfora.
   ¿Metáfora de vida? — Pregunta sonriente, parecía estar <<entendiendo la vida a los ocho años, qué logro>>.
   Exponer la vida, en este caso de manera divertida. En lugar de usar la palabra etapas usaré pompas de jabón como tanto te gusta. Pero antes, subamos a la habitación, es tarde.

    Estaba agotada, había usado las escaleras más de lo usual. Esta vez se apoyaba de los pasamanos y de Pablo. Ambos tropezaron con un escalón, lo que provocó que Pablo derramara restos de la avena. Pablo, pensando en lo cansada que su abuela estaba –además de querer oír la metáfora- , se ofreció a limpiarlo, sabiendo que su abuela se negaría, usó un trapo viejo para secarlo antes que ella, riendo de nervios por haber desobedecido a su abuela, notó que Andrea no se había reído. En lugar de disculparse, hizo cosquillas a su abuela. Consiguió risas.

   Al llegar a la habitación, sacudió sus medias y acurrucado en las sabanas tejidas por su abuela, pidió que hablara. Ella, arreglando una almohada a su lado, dio inicio.

—En la vida, tú eres el jabón. Necesitas agua, sin ella sólo serás jabón… Tú, más que ningún otro niño, sabes lo aburrido que puede ser el jabón sin agua. Habrá quienes deseen verte para verte mirar el sol a través de tus capas, como también habrá quien no se preocupe por humedecer sus manos y te hará desaparecer. Sea como fuera, todas, pero todas revientan, tarde o temprano. Lo relevante es lo divertido que puede ser estar con una pompa de jabón, no el tiempo que juegas con ella…

    Pablo cerró sus ojos antes de que Andrea terminara. Se detuvo a mirar la sonrisa de su nieto, imaginando la próxima estadía temporal en su antigua  casa. Quiso terminar antes de irse a su habitación:

[... La diversión comienza desde el momento en que otras manos mezclan el agua y el jabón… Porque al igual que el amor, la diversión se multiplica cuando se comparte.

   Besó su mejilla y se brindó la más larga y placentera de sus siestas, viajando a manera de burbuja. 


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