Mi luz.



  Encendió su laptop y decidió compartir su opinion respectivo al artículo que había leído en el avión. Quiso dormir y se fijó de cuántas páginas había escrito en una hora. Había escrito tres páginas sobre un artículo de menos de una página. En su rostro había algo diferente; sus ojos brillaban y su corazón latía más rápido de lo normal. Cerró la laptop y finalmente descansó.

  La habitación estaba fría y un haz de luz le iluminó el rostro, regalándole los buenos dias. Sabía que ella estaba afuera esperándolo, así que bebió el vaso de agua que aguardaba en su mesa de noche y se levantó, tendió las sábanas que lo abrigaron en la madrugada pertenecientes a su cama para ir al baño; orinó, cepilló sus dientes, lavó sus manos y su cara, preparó su almuerzo rápidamente y desayunó. Guardó su pabellón criollo, su botella de agua y salió de su tranquilo hogar.

  Subió al transporte publico, ofreció los buenos días como el sol se lo ofreció a él y nadie más que el conductor respondió. Él lo hacía sin esperar respuesta a cambio, así que no le molestaba, aunque le decepcionara saber que día tras dia habían menos personas con valores. Tomó asiento y a su lado nadie estaba, pero él habia elegido ese asiento.

  Al llegar a su trabajo nuevamente tomó asiento, una taza de café e inició su día de trabajo. Seleccionaba junto con su compañera de trabajo las preguntas de seguidores para iniciar las charlas matutinas. Había una pregunta que lo había atrapado de píe a cabeza y decidió que este día solo respondería esa interrogante: "¿Qué te aguarda en las mañanas? Me refiero a más allá de emitir en la radio, más allá de tu día de trabajo" él había elegido esa pregunta porque sabia de quien venia. Hace dos dias habia leido un articulo con la misma pregunta y al publicar su opinion extensa la autora se habia enfadado, pero ésta habia preguntado en su emisora no sólo por molestia. Ella había escrito porque él habia sido extensamente despectivo con tan simple pregunta que la habia dejado impresionada.

  Él decidió solamente leer lo que habia escrito anteriormente, sabiendo que la escritora permanecería con la sensación de amargura. Terminó la lectura en directo y él fue quién quedó disgustado, asi que sintonizó la lista de reproducción antes de llamar a la autora.

  Oscar buscó el número de la editora, pero no conseguía respuestas. Su compañera de trabajo se percató de la tensión, así que le ofreció que se fuera a la casa a descansar y ella se quedaría trabajando en la emisora. Él aceptó y se retiró.

  Tomó nuevamente el transporte público. Ésta vez no ofreció los buenos días, pero detrás de él un señor ofrecio los buenos días; esta vez Oscar sonrió y además de él el conductor también respondió. En quince minutos había llegado a su casa. Ella aún estaba allá, esperándolo.

  Abrió su maletín, sacó su almuerzo y decidió almorzar en casa.  <<No había almorzado en casa desde que... Mejor sigo almorzando>> pensó Oscar. Disfrutó su pabellón criollo despues de agradecer. Lavó el único plato y vaso sucio en casa para volver a la cama.

  Se acostó y no concilió el sueño. No era el calor solamente, él seguia pensando en aquella pregunta. Habían pasado tres meses desde que no visitaba la tumba de su esposa e hijo y desde entonces nada lo esperaba en casa; nada más que recuerdos llenos de vida que ahora eran incompletos. Tanto daría él por haber disfrutado más con su hijo y esposa, pero no sucedería. Su punto es que nada aguardaba en casa más que sábanas frías después de un baño al llegar del trabajo.

  Se quedó dormido mientras abrazaba una de sus cuatro almohadas. Los vio: su esposa y su hijo. Su esposa extendía su mano derecha con el anillo de boda y detrás de ella estaba su hijo buscando sábanas para construir una casa y acercó su linterna favorita al rostro de su papá. Se levantó y lo que en sus sueños era la linterna de su hijo Tobías pasó a ser la luz del sol. Ya el reloj marcaba las ocho de la mañana y quería ir al cementerio. Asi que llamó a Mónica, su compañera de trabajo, notificándole que iría a trabajar pero en la tarde. Llevó a cabo sus actividades matutinas y salió de casa en dirección hacia el cementerio.

  Compró de las mejores flores: Rosas rojas, margaritas y girasoles para su esposa junto con una carta. Para su hijo unas baterías y linterna favorita, pero también le compró flores. Las llevó y se sintió mejor.

  Subió al transporte público y regaló los buenos días, además de una sonrisa. Esta vez más de dos personas respondieron y él agradeció con otra sonrisa. Se sintió tonto al sentarse y tomar en cuenta que algo tan pequeño le habia alegrado. Se dió cuenta que no era sólo el hecho de que le respondieran, sino por haber ido al cementerio.

  Llegó a casa, se quitó la ropa y la aventó a la lavadora; incluyó jabón en polvo, suavizante y la encendió para ir al baño. Se bañó, se vistió y salió en dirección al trabajo.


  Al tomar asiento en la buseta regresó la mirada a su casa y notó que ella seguia allí; La vida lo esperaba con los brazos abiertos. Él quiso haberse ido con su esposa e hijo, lo quiso tanto que no recordaba cómo era vivir sin ellos en éste mundo. 

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